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Las tres falacias del pensamiento lineal

pensamiento sistémico

El pensamiento sistémico se basa en la percepción del mundo real en términos de totalidades para su análisis, comprensión y accionar, a diferencia del planteamiento del pensamiento lineal, que sólo percibe partes de éste y de manera inconexa.

El pensamiento sistémico pone de manifiesto tres falacias en los razonamientos de causa y efecto:

1. La causa y el efecto están separados y el efecto se produce después de la causa

Causa y efecto son dos palabras diferentes, pero, dependiendo del punto de vista, pueden referirse a un mismo suceso. La retroalimentación demuestra que el efecto de una causa puede ser causa de un efecto. ¿La escasez de un producto provoca el acaparamiento o el acaparamiento provoca la escasez de dicho producto? Se trata de una pregunta imposible porque lo que manejamos son círculos, y si avanzamos lo suficiente, llegaremos al punto de partida, y lo que encontremos primero dependerá de dónde comencemos.
Estamos acostumbrados a pensar en términos de causa o efecto. En los sistemas complejos, pueden darse las dos cosas a la vez.

2. El efecto sigue a la causa en espacio y tiempo.

Esto es lo que esperamos, y cuando el efecto sigue a la causa, resulta más sencillo establecer una relación entre ambos, pero no es verdad en los sistemas complejos. En los sistemas, siempre hay desfases, y el efecto puede producirse en una parte distinta del sistema. Así pues, cuando manejamos sistemas complejos hemos de ampliar nuestros horizontes temporal y espacial y mirar más allá para encontrar las cadenas de causa y efecto.
Los dolores reflejos son un buen ejemplo. La disfunción en una parte del organismo puede manifestarse como dolor en otra parte, como puede suceder con el dolor provocado por un infarto cardíaco.
Además, los efectos de una lesión en una parte del cuerpo pueden producir dolor en otra parte sin ser éste un reflejo de aquella. Un osteópata contó el caso de una de sus pacientes que tenía un fuerte dolor en el cuello. El tratamiento que se aplicó directamente en la zona del cuello no produjo mejoría alguna y fueron necesarias varias semanas para llegar al fondo del problema. La paciente se había lesionado el dedo gordo del pie derecho. La lesión la obligaba a andar un poco ladeada, para así quitar peso al pie lesionado, y esto le generaba una ligera sobrecarga en la zona de la pelvis. Para compensar la sobrecarga, los músculos de la espalda y del cuello soportaban una mayor presión u esta mayor presión era lo que manifestaba como dolor en el cuello.

Así pues, buscar el efecto próximo a la causa puede llevarnos a falsas conclusiones. Podemos equivocarnos también mediante posibles explicaciones porque tendemos a buscar situaciones que demuestren nuestros modelos mentales previos. No olvidemos que, en el pensamiento sistémico, la explicación no se encuentra en diferentes causas aisladas, sino en la estructura del sistema y en las relaciones que se den en él.
Hay que prestar especial atención a los patrones que se repiten. Se debe buscar la causa en el patrón, no en las diversas explicaciones que se den en cada ocasión aislada, sobre todo si significan culpar a factores externos. La repetición es una clave para detectar la estructura subyacente de los sistemas:
• Una vez es un suceso.
• Dos veces es algo que debe tenerse en cuenta.
• Tres veces es un patrón, que nos llevará a la estructura de
los sistemas.


Hace tiempo me hablaron de un hombre que al parecer tenía una suerte espantosa con su automóvil. Había tenido tres accidentes en un año y en ninguna de las tres ocasiones él estaba siquiera dentro del coche. Le ocurría sin más que otros automóviles chocaban con el suyo. Vivía en una zona residencial y aparcaba el coche justo a la puerta de su casa. En el primer accidente, un conductor ebrio embistió una noche la parte frontal de su coche. Dos meses después, un conductor sobrio le arañó el coche cuando intentaba esquivar un perro que cruzaba la calzada. La tercera vez fue un día que llovía con mucha intensidad.
No cabe duda de que el alcohol, el perro y la lluvia fueron tres causas importantes que precipitaron las cosas, pero nuestro amigo estaba tentando a la suerte. Insistía en aparcar justo a la puerta de su casa, lo cual implicaba dejar el coche en el lado contrario al sentido de los vehículos que circulan por esa calle y a sólo unos cuantos metros de una cuesta muy pronunciada que acababa en una carretera de mucho más tráfico. Al tercer accidente y tras recibir una carta de la compañía aseguradora, decidió aparcar bastante más arriba en la misma calle y no ha tenido ningún accidente desde entonces.

3. El efecto es proporcional a la causa

Esta idea es cierta cuando nos referimos a objetos físicos; así, cuando un vehículo choca contra otro, el daño y el impacto dependerán de la masa y de la velocidad de los dos vehículos. Pero no podemos generalizar y aplicar esta idea a todos los sistemas vivos o mecánicos. En muchos sistemas mecánicos, podemos obtener un gran efecto mediante un pequeño estímulo, como el impulso de energía que supone apretar el acelerador de un coche: el sistema amplifica el efecto mediante bucles de refuerzo. En los sistemas vivos, la causa y el efecto son aún más inciertos. Una pandemia como la actual está causada por algo tan insignificante como un virus. La introducción de un solo pesticida puede tener unos efectos de amplio espectro en el equilibrio ecológico de toda una región. Puede ocurrir también que una acción no tenga ningún efecto, ya que los sistemas tienen umbrales. Cuando el estímulo queda por debajo del umbral, no ocurre nada. Una vez que se alcanza el umbral, se obtiene una respuesta completa.
La física convencional maneja sistemas cerrados, es decir, sistemas que se pueden considerar aislados de su entorno. En un sistema cerrado, el estado último está totalmente determinado por las condiciones iniciales. Un termostato es un sistema cerrado. Establecida una determinada temperatura, es posible predecir el comportamiento del termostato. Los sistemas sociales y los sistemas vivos son sistemas abiertos, se mantienen en el tiempo gracias a la constante interacción con el entorno que los rodea. Así, los seres humanos tomamos oxígeno y alimentos del medio ambiente para mantenernos vivos y aportamos dióxido de carbono y residuos al medio ambiente. Cambiamos de forma constante para mantenernos iguales. No experimentamos el mismo desgaste que un sistema cerrado, tenemos la propiedad de regenerarnos. De aquí a un año, nuestra aspecto será más o menos el mismo que ahora, a pesar de que el 90 por ciento de los átomos de nuestro organismo habrán cambiado.


Los sistemas abiertos son extremadamente sensibles a las condiciones iniciales. Por esta razón, los sistemas vivos son tan impredecibles. Una ligera diferencia en las condiciones iniciales puede dar un resultado totalmente distinto ante el mismo estímulo. Este es el punto de partida de la teoría del caos, que se ocupa del comportamiento de los sistemas complejos.