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Modelos mentales: palancas problem solving

El profesor Srikumar Rao dice que todos percibimos el mundo con cristales diferentes y que, por lo tanto, no existe una sola realidad sino que hay tantas realidades como personas. Esos cristales que usamos para percibir el mundo son nuestros modelos mentales.

«Si la resolución de un problema no conlleva un cambio de modelo mental, el problema no se habrá resuelto en su totalidad.»

Estos modelos los hemos absorbido de nuestros padres, maestros, amigos, profesores, de la sociedad, la cultura en la que vivimos, a través de libros, películas, de la publicidad y de otras fuentes. En su mayor parte los aceptamos sin dudar y analizamos muy pocos de los supuestos en los que esos modelos se sustentan. Se trata de asuntos que no revisamos, ni cuestionamos, ni sobre los que reflexionamos. Son suposiciones que simplemente, se dan por válidas. Los modelos mentales son las ideas y creencias que guían nuestros actos. Nos sirven para explicar las cadenas de causa efecto y para dar significado a nuestras experiencias.

Tenemos modelos mentales para todo. Desde las tareas más sencillas como ducharnos, lavar los utensilios de cocina y decorar nuestra vivienda hasta para las tareas más complejas como educar a nuestros hijos, vincularnos con otras personas, ejercer nuestra profesión y actualizarnos, por citar algunos ejemplos.

Tanto Rao como Joseph O’Connor coinciden en que hay dos variantes de modelos mentales: los que nos dificultan la vida al llevarnos a situaciones de parálisis y los que nos la facilitan al servirnos para resolver problemas. La cuestión es cómo podemos tener pocos modelos mentales del primer tipo y muchos del segundo.
Tomar conciencia de las creencias limitadoras que sustentan un problema a veces es suficiente para encontrar la solución. Cuando alguien asume o presupone algo está actuando un modelo mental limitador. Preste atención a lo que dice, a lo que escribe, a lo que dicen los demás y, en especial, a su diálogo interior. Escuche en primer lugar los juicios, dice O’Connor. Los juicios son enunciados autoritarios respecto de una realidad de segundo orden, el mundo del significado, no el de los hechos físicos. Todo lo que se dice es dicho por alguien. No existe una descripción de la realidad que no sea la descripción de alguien. Sin embargo, los predicamentos pueden desmembrarse y disfrazarse de realidad para que no parezcan la opinión de alguien. Una vez que nos damos cuenta de esto, podemos decidir si nos interesa actuar sobre la información recibida.
Las generalizaciones que han sido útiles en muchas ocasiones pueden convertirse en clichés e imponerse como verdades en todos los casos. Pero pocos juicios son verdad en todas las situaciones, puesto que somos sistemas abiertos y, en consecuencia, una ligera diferencia en el punto de partida puede dar un resultado totalmente diferente que requiera una
solución distinta.

«¿Aprendemos de la experiencia? Sólo si la experiencia nos lleva a volver a evaluar nuestros modelos mentales.»


“Deber” y “tener que” son términos que demuestran que se está aplicando una regla, y esa regla puede ser un modelo mental limitador. Ponga todos estos juicios en cuestión formulando la siguiente pregunta: ¿Qué pasaría si no lo hago? Esta es una pregunta muy útil porque nos lleva a las consecuencias hipotéticas que están detrás de la regla. La regla puede tener una buena razón, pero siempre es conveniente cuestionarla, aunque sea al menos en silencio, para uno mismo.
Otra forma de manejar estas frases consiste en sustituir mentalmente los verbos de obligación por la forma correspondiente del verbo “poder” y ver la diferencia que establece. Así, la frase “Debo recortar mis gastos” se convierte en “Puedo recortar mis gastos”. El predicamento coercitivo pasa así a ser una elección en lugar de una obligación. A la inversa, también las locuciones con el significado de “No deber hacer algo” implican una regla. Al escucharlas, démosle la vuelta a la pregunta anterior y digamos “¿Qué pasaría si lo hago?”, para llegar así a las hipotéticas consecuencias. Del mismo modo que en el caso anterior, la regla puede ser realista y sensata, y las consecuencias funestas, pero no está de más hacer la prueba. Tras la expresión “no puedo” también es posible encontrar un modelo mental limitador. Al escucharla, planteemos la pregunta básica “¿Qué me está frenando?”.
Las perífrasis que incluyen “deber hacer algo”, “tener que hacer algo”, “no deber hacer algo” y “no poder hacer algo” reciben en lingüística la denominación de operadores modales, porque establecen límites, y con frecuencia encubren modelos mentales limitadores.
Por último, hay una clase de palabras llamadas, paradójicamente, universales –por ejemplo, “todos”, “todo el mundo”, “nadie”, “nunca”, “siempre”-, con las que se construyen las generalizaciones. Al usarlas queda establecido que no hay excepciones, pero siempre hay excepciones. Los universales son limitadores porque si los aceptamos literalmente, restringen las posibilidades de elegir y la búsqueda de nuevas opciones. Cada vez que escuche uno de estos universales, pregunte si ha habido alguna vez una excepción.

Suele ocurrir que el cambio de modelo mental (creencias, criterios) es el punto de palanca a partir del cual se desencadena una serie de transformaciones. Los mejores puntos de palanca para efectuar cualquier cambio suelen ser los modelos mentales sobre los que se está sustentando la estructura de un sistema. Para O’Connor, si la resolución de un problema no conlleva un cambio de modelo mental, el problema no se habrá resuelto en su totalidad. ¿Aprendemos de la experiencia? Sólo si la experiencia nos lleva a volver a evaluar nuestros modelos mentales.