En los últimos 20 años más o menos, los intentos de definir distintos estilos de abordar la resolución de problemas se han multiplicado. Todos estos estilos se basan en varias combinaciones de rasgos de personalidad. La literatura sobre los estilos de resolución de problemas es extensa, y no la trataré aquí. Baste decir que suelen girar a estos cuatro grandes grupos:
1. El conservador (baja originalidad): busca una solución rápida basada en principios probados y verdaderos.
2. El explorador (alta originalidad): apunta a una solución innovadora basada en una nueva visión.
3. El retador (rebelde): va tras la verdad mediante el uso de lógica implacable, dejando que caiga lo que tenga que caer.
4. El adaptador (alta adaptación): busca la armonía y la solución mediante la construcción de consenso.
Basadur, Graen y Wakabayashi (1990) ofrecen una alternativa basada en la originalidad y en la consolidación. Según su modelo, surgen cuatro estilos de resolución de problemas basados en estas combinaciones de puntuaciones extremas:
1. Implementador: baja originalidad + alta consolidación
2. Generador: baja originalidad + baja consolidación
3. Optimizador: alta originalidad + alta consolidación
4. Conceptualizador: alta originalidad + baja consolidación
Cuando te enfrentes a un problema de cierta magnitud, considera qué estilo es más relevante para entenderlo y resolverlo. Para muchos problemas complejos, una combinación de todos los estilos es particularmente potente.
Cuando estás creando equipos para resolver problemas, fomenta la diversidad, en personalidad, estilos, experiencia, experiencia departamental, etc.
La diversidad también puede ayudar con la aceptación general de la solución del equipo al problema.
Tipos de problemas
A un alto nivel podemos distinguir dos tipos fundamentales de problemas:
1. Problemas para los que se desconocen las posibles soluciones (como en «¿Por qué mi coche no arranca?»)
2. Problemas para los que se conocen las soluciones, pero la mejor solución no es obvia (como en «¿Qué profesional debo asignar a este proyecto?»)
El objetivo de resolver el primer tipo de problema es generar ideas, mientras que el objetivo de resolver el segundo tipo es tomar una decisión, o seleccionar entre las ideas disponibles.
Los problemas para los que se desconoce la solución se pueden subdividir en dos categorías:
1. Problemas en los que la causa es desconocida y debe ser descubierta
2. Problemas en los que se conoce la causa, o es desconocida e irrelevante
Un ejemplo de la primera categoría sería un fusible fundido. Si no se descubre la causa de la sobrecarga eléctrica, se corre el riesgo de incendio o de la indisponibilidad de ese circuito eléctrico. Un ejemplo de la segunda categoría sería tener un neumático pinchado en el desierto sin gato disponible. La causa del pinchazo es probablemente irrelevante; sólo necesitas algunas buenas ideas.
Los problemas para los que la mejor solución no es obvia se pueden subdividir en tres categorías. Aunque a estas situaciones, normalmente consideradas problemas, deberíamos denominarlas toma de decisiones. Las tres clases de solución son:
1. Soluciones con ciertos resultados
2. Soluciones con resultados inciertos
3. Soluciones que necesitan ser priorizadas
Un ejemplo del primer tipo es decidir qué casa comprar; el resultado es cierto, en el sentido de que sus características son claras a la vista. Un ejemplo del segundo tipo es decidir si arriesgarse o no a una cirugía mayor; el resultado es desconocido, aunque hasta cierto punto es predecible. El tercer tipo podría ser tener una lista de 20 proyectos que deben llevarse a cabo, pero tener un presupuesto para sólo unos pocos.
En la siguiente tabla elaborada por Pierce J. Howard Ph.D., en su libro «The Owner´s manual for the brain» se nos muestra la metodología Problem Solving más adecuada en función del tipo del problema