El filósofo de la ciencia Karl Popper fue quien escribió por primera vez que «Toda la vida es resolución de problemas». Pero si buscamos una historia ejemplificadora de esta concepción de la vida como una continua solución de problemas de diversa índole, podemos recordar la historia del nudo gordiano que es, sin duda, la más famosa y épica en lo que se refiere a las técnicas y, sobre todo, a las actitudes ante un problema que entrañe una elevada dificultad. El término tiene su origen en Gordio, un labrador que llegó a ser rey de Frigia, lo que es hoy la Anatolia de Turquía. El rey Gordio, en homenaje a Zeus, ató a su templo la lanza y el yugo del carro con el que entró por primera vez en la ciudad. Y lo hizo con un nudo imposible de soltar: el nudo de Gordio, el “nudo gordiano”.
Cuando Alejandro Magno se apoderó de Frigia –y aquí llega la parte más interesante de la historia– conocedor de la leyenda popular, se enfrentó al nudo gordiano. ¿Y qué hizo? Pues se acercó al nudo, lo miró con serenidad, sacó su espada, y le asestó un tajo que cortó el nudo: problema resuelto. Hoy, cuando se resuelve un problema demasiado complejo y se opta por una solución simple y eficaz, se habla de “cortar el nudo gordiano”.
Aceptar que la vida es problem solving
Pero, ¿es adecuado dar una solución simple a un problema complejo? Indudablemente hay problemas complejos que no tienen una solución simple, pero creo que la moraleja de esta historia es que un mismo problema tiene muchas soluciones, y a veces, la solución más sencilla está delante de nuestras narices. Sólo hay que cambiar el punto de vista, mirar el problema desde otra perspectiva.
Volviendo a la leyenda con la que empezaba este post: en la mayoría de los casos se trata de “cómo afronto el problema” más que del problema en sí mismo. El punto de partida es aceptar que los problemas forman parte de la vida, son un componente natural de las dinámicas cotidianas y constituyen desafíos y motores de cambio y crecimiento.
Cuando hablamos de resolución de problemas, se nos ocurren muchas cosas, pensamos en problemas matemáticos, problemas prácticos, abstractos o muy concretos, e inmediatamente pensamos en la inteligencia como el principal recurso para ser bueno o buena en la solución de problemas. El 1921 Lewis Terman, profesor de la Universidad de Stanford, llevó a cabo un estudio que desmonta la idea de que el coeficiente intelectual es sinónimo de éxito en la vida. Eligió de entre 250.000 alumnos y alumnas de primaria y secundaria, a los 1.470 de mayor CI (coeficiente intelectual). Y comprobó, tras varias décadas de seguimiento, que este grupo seleccionado no fue el que mayores éxitos alcanzó o el que mayores aportaciones hizo a la sociedad. Es decir, un coeficiente de inteligencia alto no garantiza el logro de metas o el éxito.
Entonces, ¿qué determina ser hábiles en la solución de problemas, y en consecuencia en la consecución de metas? Creo que a veces no estimamos suficientemente nuestra determinación, el empeño que ponemos en superar dificultades, nuestra actitud ante esas dificultades.
Las habilidades de gestión emocional son muy relevantes en la consecución de logros. Desarrollar una visión flexible de los problemas y entrenar habilidades emocionales para enfrentarse a ellos, es la piedra angular, la pieza fundamental para solucionar problemas.
La resolución de problemas depende de nosotros
La forma de hacer frente a una situación potencialmente estresante y por ende activadora de reacciones emocionales, implica la evaluación –valorar las implicaciones, las consecuencias– que las personas hacemos de los estresores –acontecimientos y dificultades temidas– y las emociones asociadas a ellos.
Van a ser nuestros recursos personales, es decir nuestras habilidades en gestión emocional, los que nos van a permitir orientar los esfuerzos hacia las soluciones, intentando resolver los problemas de manera racional, estableciendo planes de acción y tareas a realizar.
O bien, podemos centrarnos en las emociones, en la preocupación, rumiando sobre el problema y no sobre la solución al problema, destinando los esfuerzos a la evitación u otras formas pasivas de afrontamiento. Enfocarse en la solución del problema, es una de las estrategias que resultan más adaptativas –para una gran variedad de contextos– y más beneficiosa para lidiar con los contratiempos y situaciones activadoras de malestar emocional.
Las respuestas de resolución de problemas son intentos conscientes de cambiar una situación estresante o contener sus consecuencias y aunque las respuestas de resolución de problemas no son intentos directos de regular emociones, pueden tener efectos beneficiosos sobre las emociones modificando o eliminando estresores.
En definitiva, ante las dificultades, ponerse en acción y centrarse en buscar y actuar en la solución de los problemas, genera mayor bienestar emocional que tener una actitud pasiva y esperar a que se solucionen por sí solos.
El entrenamiento y desarrollo de habilidades problem solving ha recobrado gran importancia y constituye una variable positiva y preventiva relacionada con el bienestar emocional, ya que propicia un optimismo realista para resolver y gestionar dificultades en la vida. Las personas pesimistas se diferenciaron de los optimistas en que éstos últimos tienen una orientación positiva hacia los problemas y hacia una resolución racional de los mismos.
Hay dos modos de valorar y considerar los problemas:
- La orientación positiva hacia el problema es la disposición a evaluar los problemas como resolubles. Es decir, conlleva una visión positiva y constructiva de los problemas, afrontarlos como desafíos, con expectativas positivas de poder resolverlos, con autoconfianza y percepción de autoeficacia. Asimismo, presupone la determinación para implicarse activamente, para destinar tiempo, esfuerzo y persistencia para resolver el problema.
- La orientación negativa hacia el problema, contrariamente, es la tendencia a considerar los problemas como amenazas, con expectativas negativas sobre la posibilidad de soluciones a los problemas, dudas sobre la propia capacidad para resolverlos, con respuestas emocionales de ansiedad, frustración y malestar ante éstos.