China tiene un grave problema demográfico: desde 1979, la política del hijo único hizo caer la fecundidad a alrededor de un niño y medio por mujer, pero, desde la metrópolis hasta el pueblo aislado, se llevó a cabo de manera acelerada, con esterilizaciones masivas, abortos hasta los ocho meses de embarazo, ‘feminicidios’ y abandono de pequeñas. Las parejas rebeldes pueden ser multadas con varios años de salarios, la anulación del acceso a los servicios sociales o a veces pueden ser encarcelados. Los ‘niños negros’ (nacidos en la ilegalidad) no tienen ningún reconocimiento legal.
Tres décadas después, los demógrafos hicieron sonar la alarma cuando comienza a surgir una grave crisis de envejecimiento. China es el único país en desarrollo enfrentado a la paradoja de tener una población mayoritariamente anciana antes de ser una nación rica. Algunos pensarán que China ya no es una nación en desarrollo pero la realidad es esa: existe una enorme brecha entre las zonas urbanas y las rurales. La renta de los urbanitas es 2,7 veces más que la de los rurales y el gasto per capita de los habitantes de las ciudades es 2,2 veces la de los habitantes de las zonas rurales. La brecha en infraestructuras y servicios públicos es aún mayor.
A mediados de siglo, las personas de más de 65 años representarán 25 por ciento de la población china, estima la Comisión de la Población y de Planificación familiar, contra sólo el 9 por ciento en la actualidad
En China, la crisis del envejecimiento es “incomparablemente más rápida” que en Europa, en donde “la fecundidad bajó, así como la mortalidad, muy gradualmente en un siglo”, según el demógrafo Christophe Guilmoto.
A mediados de siglo, los de más de 65 años representarán 25 por ciento de la población china, estima la Comisión de la Población y de Planificación familiar, contra sólo 9 por ciento en la actualidad. Y la mitad de los mayores de 60 años viven en un hogar vacío, algo impensable en el pasado cuando vivían “cuatro generaciones bajo el mismo techo”.
El problema podemos encuadrarlo basándonos en estas premisas:
- La pirámide invertida de los 4-2-1 da miedo al Gobierno: cuatro abuelos, dos padres y un hijo único incapaz de satisfacer sus necesidades.
- China sufre una grave falta de infraestructuras médicas, hogares para ancianos y personal de salud calificado.
- El país apenas comienza a montar un sistema de seguridad social y jubilación para todos.
Esta crisis es “brutal desde un punto de vista económico por la ausencia de jubilaciones”, según Christophe Guilmoto. Habría que “acelerar la introducción de sistemas de seguridad social y de pensiones, que por el momento sólo concierne a una parte limitada de la población urbana y es muy reducida entre la rural”.
Guilmoto cree que quizás la fecundidad aumente en el futuro, pero es incierto si se mira las provincias más avanzadas en donde es casi de un niño por mujer.
¿Es el COVID-19 una solución «natural» al problema chino?
Sin entrar en el origen del virus SARS-CoV-2, la pandemia provocada en 2019/2020 parece estar ayudando a equilibrar la pirámide poblacional china.
En resumen, la COVID-19, que ojalá no haya venido para quedarse, va a cambiar el panorama demográfico. Ante todo, elevando de forma intensa e imprevista el volumen de fallecidos mayores de 60 años y produciendo simultáneamente un retroceso de la esperanza de vida al nacer.
No es nuestro objetivo plantear un origen planeado de esta pandemia, si no observar cómo un problema demográfico ha encontrado, si no una solución, sí un aliado en un drama tan terrible como la COVID-19.